Estampa de San Pantaleón
El 9 de agosto celebramos la fiesta de San Pantaleón, médico y santo mártir que ejerció la medicina en nombre de Dios, con amor y misericordia hacia sus pacientes. Su nombre es muy querido por todos los que han luchado alguna vez contra la enfermedad. Hizo muchos milagros durante su vida y más allá, pero el mayor milagro de todos, que hizo posible todos los demás, fue su encuentro con Dios.
Como muchos cristianos de hoy, se encontró con Dios a pesar de que la mayoría de las circunstancias de su vida se lo impedían. Vivió hace diecisiete siglos, cuando la fe en Cristo no sólo era impopular, sino peligrosa. Las autoridades del imperio romano perseguían a los cristianos e instigaban la violencia contra ellos por parte de sus conciudadanos. La peor masacre de cristianos tuvo lugar durante su vida, en el año 303, cuando perecieron 20.000 fieles.
Su madre, Santa Eubola, era cristiana pero murió prematuramente. Su padre, pagano, le preparaba para el éxito mundano. Quería que su hijo hiciera honor a su nombre de nacimiento, Pantoleón, que significa “león en todo”. Para ello, cultivó en él las virtudes de un buen ciudadano romano: ambición, decisión, determinación y afán de logro.
Oración a san pantaleón para la lotería
Lidwina (Lydwine, Lydwid, Lidwid, Liduina de Schiedam) (1380-1433) fue una mística holandesa honrada como santa por la Iglesia católica. Es la patrona de la ciudad de Schiedam y del dolor crónico.
Se cree que Lidwina fue uno de los primeros casos documentados de esclerosis múltiple. A los quince años sufrió una grave lesión mientras patinaba sobre hielo y quedó progresivamente discapacitada. Hendrik Mande escribió para consolarla un tratado piadoso en neerlandés. Ayunaba con frecuencia y adquirió fama de sanadora y santa. A su muerte, en 1433, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación.
Lidwina nació en Schiedam (Holanda), una de nueve hermanos. Su padre era obrero. A los 15 años, mientras patinaba sobre hielo, se cayó y se rompió una costilla. Nunca se recuperó y quedó progresivamente discapacitada durante el resto de su vida. Sus biógrafos afirman que quedó paralítica excepto de la mano izquierda, que se le desprendieron grandes partes del cuerpo y que le manaba sangre de la boca, los oídos y la nariz. En la actualidad, algunos sostienen que Santa Lidwina es una de las primeras enfermas de esclerosis múltiple conocidas y atribuyen su discapacidad a los efectos de la enfermedad y a su caída[1].
Patrón de los ganadores
San Pantaleón (en griego: Παντελεήμων, en ruso: Пантелеи́мон, romanizado: Panteleímon; “todo compasivo”), contado en Occidente entre los Catorce Santos Auxiliadores bajomedievales y en Oriente como uno de los Santos Sanadores No Mercenarios, fue un mártir de Nicomedia en Bitinia durante la Persecución Diocleciana del 305 d.C.
Según los martirologios, Pantaleón era hijo de un rico pagano, Eustorgio de Nicomedia, y había sido instruido en el cristianismo por su madre cristiana, Santa Eubula; sin embargo, tras la muerte de ésta se apartó de la Iglesia cristiana, mientras estudiaba medicina con un médico de renombre, Eufrosinos; bajo el patrocinio de Eufrosinos llegó a ser médico del emperador Galerio.
San Hermelao (caracterizado como obispo de la iglesia de Nicomedia en la literatura posterior) lo reconcilió con el cristianismo y lo convenció de que Cristo era el mejor médico, señalando la importancia del exemplum de Pantaleón, según el cual se debe confiar en la fe más que en el consejo médico.
“Estudió medicina con tanto éxito, que el emperador Maximiano lo nombró su médico. Un día que nuestro santo discutía con un santo sacerdote llamado Hermolaus, éste, después de alabar el estudio de la medicina, concluyó así: “Pero, amigo mío, ¿de qué te sirven todas tus adquisiciones en este arte, si ignoras la ciencia de la salvación?”.
Oración del santo homobono
Pantaleón era médico del emperador Maximino y cristiano, pero cayó en una tentación que a veces es más peligrosa que las pruebas más severas por los tormentos más feroces. Esta tentación fue el mal ejemplo de los cortesanos impíos e idólatras con los que se relacionaba el joven médico. Fue seducido por ellos y abandonó la fe. Pero la gracia de Dios le llamó y obedeció.
Hermolaus, un celoso sacerdote, mediante una prudente exhortación despertó en la conciencia de Pantaleón el sentido de su culpa, y le devolvió al redil de la Iglesia. A partir de entonces se dedicó con ardor a promover el bienestar espiritual y temporal de sus conciudadanos. En primer lugar, trató de convertir a su padre, que aún era pagano, y tuvo el consuelo de verlo morir cristiano. Repartió la amplia fortuna que heredó entre los pobres y los enfermos. Como médico, se esforzaba por curar a sus pacientes tanto por medios físicos como espirituales. A los cristianos los confirmaba en la práctica y la confesión de la fe, y a los paganos trataba de convertirlos. Muchos enfermos incurables recuperaban la salud gracias a sus oraciones y a la invocación del santo nombre de Jesús. Su presencia estaba llena de bendiciones y consuelo en todas partes.