Breve oración al Santísimo Sacramento
La adoración eucarística es una práctica devocional eucarística principalmente en el catolicismo occidental, pero también en menor medida en ciertas tradiciones luteranas y anglicanas, en la que el Santísimo Sacramento es adorado por los fieles. Esta práctica puede tener lugar cuando la Eucaristía está expuesta, o cuando no es visible públicamente porque está reservada en un lugar como el sagrario de una iglesia.
La adoración es un signo de devoción y culto a Jesucristo, de quien se cree, según la tradición cristiana, que está presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, bajo la apariencia de la hostia consagrada, es decir, el pan sacramental. Desde una perspectiva teológica, la adoración es una forma de latría, basada en el principio de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento[1].
Cuando la exposición y adoración de la Eucaristía es constante (veinticuatro horas al día), se denomina adoración perpetua. En un monasterio o convento, la realizan los monjes o monjas residentes y, en una parroquia, los feligreses voluntarios desde el siglo XX. En una oración con la que inauguró la Capilla Perpetua de la Basílica de San Pedro, el Papa Juan Pablo II pidió que hubiera una capilla de adoración perpetua en cada parroquia del mundo[2]. El Papa Benedicto XVI instituyó la adoración perpetua para los laicos en cada uno de los cinco sectores de la diócesis de Roma[3].
Oraciones ante el Santísimo Sacramento pdf
Algunos cristianos tienen la costumbre de entrar en una iglesia, en algún momento del día, para hacer una visita a Cristo presente en el Santísimo Sacramento. Pasan unos momentos de intimidad con el Señor, mientras recitan oraciones y expresan peticiones personales. Un rato ante el Santísimo Sacramento nos ayudará a recordar la presencia de Dios en nuestra rutina diaria.
“Jesús ha permanecido en la Sagrada Hostia por nosotros para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos. Y el amor sólo se paga con amor. ¿Cómo no acudir cada día al Santísimo Sacramento, aunque sólo sea unos minutos, para llevarle nuestro saludo y nuestro cariño de hijos y de hermanos?”. (San Josemaría)
Este blog está extraído de Manual de oraciones. Bellamente ilustrado, dividido en 20 secciones, con cientos de oraciones, el Manual establece formas prácticas para crecer en la fe, junto con los principios básicos de la fe católica.
Acto de contrición
Oh Señor mío Jesucristo, que por el amor que profesas a los hombres, permaneces noche y día en este Sacramento, lleno de ternura y amor, esperando y recibiendo a todos los que vienen a visitarte: Yo creo que Tú estás presente en el Sacramento del altar; Te adoro desde el fondo de mi propia nada y Te doy gracias por todos los favores que me has concedido; y especialmente por haberme dado a Ti mismo en este Sacramento, y a Tu santa Madre María como mi Abogada; y por haberme llamado a visitarte en esta iglesia. Hoy rindo homenaje a Vuestro amantísimo Corazón y lo hago con tres intenciones: primera, en acción de gracias por este gran don; segunda, en reparación por todas las injurias que habéis recibido de Vuestros enemigos en este Sacramento; tercera, con esta visita pretendo adoraros en todos los lugares de la tierra, donde sois menos adorado y más descuidado en Vuestro Sacramento.
Jesús mío, Te amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haber desagradado tantas veces en el pasado Tu infinita bondad. Me propongo, con la ayuda de Tu gracia, no ofenderte nunca más en el futuro; y en el presente, miserable como soy, me consagro enteramente a Ti. Te entrego y renuncio totalmente a toda mi voluntad, a todos mis afectos, a todos mis deseos y a todo lo que poseo. Desde hoy, haz de mí y de todo lo mío lo que sea agradable a Tus ojos. Sólo pido y deseo Tu santo amor, la perseverancia final y el perfecto cumplimiento de Tu voluntad.
Memorare
Escuchamos en la Escritura: “Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo” (Jn 6,33). Cristo es ese pan verdadero que nos alimenta y nos nutre al venir a nosotros en el sacramento del altar y en la fuerza de su Espíritu día tras día. Que nosotros, Cuerpo de Cristo en el mundo, demos gracias a Dios por la presencia amorosa de Cristo entre nosotros.
En un momento de silencio, unámonos a toda la hueste celestial en ese espíritu de gratitud y adoración que es la verdadera respuesta de la creación de Dios al amor abrumador de Dios que nos creó, que nos redimió y que nos sostiene día a día.
Oh Señor, Dios nuestro, acoge las fervientes oraciones de tu pueblo; en la multitud de tus misericordias, mira con compasión hacia nosotros y hacia todos los que acuden a ti en busca de ayuda; porque eres misericordioso, amante de las almas, y a ti damos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre. Amén.
En el libro del profeta Jeremías leemos: “Dichosos los que confían en el Señor, cuya confianza es el Señor. Serán como un árbol plantado junto al agua, que echa sus raíces junto a la corriente. No temerá cuando llegue el calor, y sus hojas permanecerán verdes; en el año de sequía no se inquieta, y no deja de dar fruto”. (Jeremías 17:7-8)