Oración ala virgen dela medalla milagrosa

Medalla milagrosa oración de curación

V. Oremos: Oh Dios, que instruiste los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos en el mismo Espíritu ser verdaderamente sabios y gozar siempre de su consuelo, por Jesucristo Nuestro Señor.

Señor Jesucristo, que te has dignado glorificar con innumerables milagros a la Santísima Virgen María Inmaculada desde el primer momento de su Concepción, haz que todos los que devotamente imploran su protección en la tierra gocen eternamente de tu presencia en el cielo, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, Dios, por los siglos de los siglos. Amén. Oh Señor Jesucristo, que para la realización de tus mayores obras has elegido las cosas débiles del mundo, para que ninguna carne pueda gloriarse delante de ti, y que para una mejor y más difundida creencia en la Inmaculada Concepción de tu Madre has querido que la Medalla Milagrosa se manifestara a Santa Catalina Labouré, concédenos que, llenos de la misma humildad, glorifiquemos este misterio con la palabra y con las obras. Amén.

Acuérdate, oh graciosísima Virgen María, de que nunca se supo que nadie que acudiera a tu protección, implorara tu ayuda o buscara tu intercesión, quedara sin ayuda, Inspirado con esta confianza, ¡vuelo hacia ti, oh Virgen de las vírgenes, Madre mía! A ti acudo; ante ti estoy, pecador y dolorido. Oh Madre del Verbo Encarnado, no desprecies mis súplicas, sino que en tu misericordia, escúchame y respóndeme. Amén.

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Virgen Madre de Dios, María Inmaculada, me uno a ti bajo tu advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que esta medalla sea para mí un signo seguro de tu afecto maternal hacia mí y un recuerdo constante de mis deberes filiales hacia ti. Mientras la lleve, sea bendecido por tu amorosa protección y preservado en la gracia de tu Hijo. Virgen poderosísima, Madre de nuestro Salvador, tenme cerca de ti en cada momento de mi vida, para que, como tú, viva y actúe según el ejemplo de tu Hijo. Amén.

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Medalla milagrosa oración diaria

Muy pronto manifestó su deseo de hacerse religiosa. Cuando tenía 18 años, un viejo sacerdote se le apareció en sueños. Mientras celebraba la misa, le habló y le dijo: “Hija mía, es bueno curar a los enfermos. Ahora huyes de mí, pero un día te alegrarás de venir a verme. Dios tiene sus planes para ti. No lo olvides. Más tarde, una prima de Catalina se ofreció a acogerla en el internado que dirigía en Chatillon-sur-Seine. Allí aprendió a leer y escribir. Su vocación de monja se confirmó un día cuando, al entrar por casualidad en la casa de las Hermanas de la Caridad de la misma ciudad, reconoció en el retrato de San Vicente de Paúl al sacerdote que se le había aparecido en sueños. Su padre no quería que su hija tomara las órdenes sagradas y la envió a París a vivir con uno de sus hermanos, que regentaba un comedor para obreros. Allí conoce la miseria de la gente, lo que confirma su deseo de entrar en las Hermanas de la Caridad. En 1831 ingresa en la casa madre de esta orden religiosa, en la rue du Bac. Es enviada al hospicio de Enghien, donde muere en 1876.

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Medalla milagrosa para imprimir

Oh Inmaculada Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesús y Madre nuestra, penetrados de la más viva confianza en tu todopoderosa y nunca infalible intercesión, manifestada tantas veces a través de la Medalla Milagrosa, nosotros, tus amados y confiados hijos, te imploramos que nos obtengas las gracias y favores que te pedimos durante esta novena, si son beneficiosos para nuestras almas inmortales y para las almas por las que oramos.

Tú sabes, oh María, cuántas veces nuestras almas han sido santuarios de tu Hijo que odia la iniquidad.  Consíguenos, pues, un profundo odio al pecado y una pureza de corazón que nos una sólo a Dios, para que todos nuestros pensamientos, palabras y obras tiendan a su mayor gloria.  Consíguenos también un espíritu de oración y abnegación para que recuperemos con la penitencia lo que hemos perdido por el pecado y lleguemos finalmente a esa morada bendita donde eres la Reina de los ángeles y de los hombres.

Oh Inmaculada Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesús y Madre nuestra, penetrados de la más viva confianza en tu todopoderosa e infalible intercesión, manifestada tantas veces a través de la Medalla Milagrosa, nosotros, tus amados y confiados hijos, te imploramos que nos obtengas las gracias y favores que te pedimos durante esta novena, si son beneficiosos para nuestras almas inmortales y para las almas por las que oramos.

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