Oraciones a Dios y a la Virgen por San Juan Pablo II
Oh Espíritu Santo,te pido el don de la sabiduría, para comprenderte y entender mejor tu divina perfección.Te pido el don de la inteligencia, para no profundizar más, por el espíritu de los secretos con santa fe.Dame el don de la ciencia, para saber guiar mi vida según los principios de la fe. Dame el don del consejo, para que en todo lo que quiera hacer te pida consejo y lo encuentre siempre contigo.Dame el don de la fortaleza, para que ninguna debilidad ni poder terrenal me aleje de ti.Dame el don de la piedad, para servir a tu divina majestad con el amor de mis intenciones.Dame un don temeroso de Dios, para que no haya miedo ni consideración alguna que me separe de ti, Amén. San Juan Pablo II, ruega por nosotros
Oración favorita de Juan Pablo II
El nuevo sucesor de Pedro en la sede de Roma, hace hoy una oración ferviente, humilde y confiada: Cristo, haz que me convierta y permanezca siervo de tu poder único, siervo de tu dulce poder, siervo de tu poder que no conoce ocaso. Hazme siervo. En verdad, el siervo de Tus siervos.
Su madre y sus hermanos se acercaron a Él, pero no pudieron reunirse con Él a causa de la multitud. Le dijeron: “Tu madre y tus hermanos están fuera y desean verte”. Él les respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la cumplen”. ( Lucas 8:19-21)
Madre… en este momento solemne escuchamos con particular atención tus palabras: “Haced lo que mi Hijo os diga “5. Y deseamos responder a tus palabras con todo nuestro corazón. Queremos hacer lo que tu Hijo nos dice, porque Él tiene palabras de vida eterna. Queremos realizar y cumplir todo lo que viene de Él, todo lo que contiene la Buena Nueva, como hicieron nuestros antepasados durante muchos siglos.
ST. JUAN PABLO II ORACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
En nuestras reflexiones sobre el Credo de los Apóstoles, pasamos ahora de los artículos que se refieren a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, al artículo en el que profesamos nuestra fe en el Espíritu Santo. Al ciclo cristológico sigue el llamado pneumatológico. El Credo de los Apóstoles lo expresa concisamente con las palabras: “Creo en el Espíritu Santo”.
El Credo Niceno-Constantinopolitano lo desarrolla más extensamente: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo. Con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado. Ha hablado por los profetas”.
2. El Credo, la profesión de fe formulada por la Iglesia, nos remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad sobre el Espíritu Santo se presenta en el contexto de la revelación del Dios Trino. La pneumatología de la Iglesia se basa en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque en cierta medida el Antiguo Testamento la prefigura.
Oración por la paz en el mundo | Oraciones por la paz del Papa Juan Pablo II
Te doy gracias, espíritu de la verdad. Te doy gracias, consolador, porque me has acercado al misterio de las manos y los pies traspasados, del costado traspasado de Dios. Porque nos has acercado de nuevo a la profundidad y a la fuerza del misterio de la redención.
Señor, dame un espíritu de fe y de conocimiento. Dame un espíritu de bondad y generosidad. Dame un espíritu de amor y de unidad. El fruto del espíritu es amor, paciencia y generosidad. Es la paz.
Envía sobre mí, oh Padre, una nueva efusión del espíritu para que pueda caminar de una manera digna de la vocación cristiana, ofreciendo al mundo el testimonio de la verdad de los Evangelios e inspirando a los fieles a unir a todos los creyentes en la cadena de la paz.
Espíritu de amor eterno, que procedes del padre y del hijo, te doy gracias por todas las vocaciones de apóstoles y santos que han enriquecido a la Iglesia. Te ruego que continúes esta obra tuya. Recuerda cuando, en Pentecostés, descendiste sobre los apóstoles reunidos en oración con María, la madre de Jesús, y mira a tu Iglesia de hoy, que tiene especial necesidad de sacerdotes santos y de testigos fieles y autorizados de tu gracia. Espíritu Santo, fuente eterna de alegría y de paz, eres tú quien abres el corazón y la mente a la llamada divina al bien, a la verdad, a la caridad.