Oración a San Juan Pablo II
En efecto, sobre el fondo de las palabras “Ave María” pasan ante los ojos del alma los principales episodios de la vida de Jesucristo. Están compuestos en su conjunto por los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y nos ponen en comunión viva con Jesús a través -podríamos decir- del corazón de su Madre.
Al mismo tiempo, nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos que constituyen la vida del individuo, de la familia, de la nación, de la Iglesia y de la humanidad. Los asuntos personales y los del prójimo, y particularmente los de aquellos que están más cerca de nosotros, que nos son más queridos. Así, la sencilla oración del Rosario marca el ritmo de la vida humana.
Durante las últimas semanas he tenido la oportunidad de encontrarme con muchas personas, representantes de diversas naciones y de distintos ambientes, así como de varias Iglesias y comunidades cristianas. Deseo aseguraros que no he dejado de traducir estas relaciones al lenguaje de la oración del Rosario, para que cada uno se encuentre en el corazón de la oración que da una dimensión plena a todo.
Homilías del Papa Juan Pablo II
El Papa Juan, en una nota suya, que también fue publicada, dijo: “Esta vez di el retiro sobre las Siete Lámparas de la Santificación”. Siete virtudes, quiso decir, es decir, fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza. Quién sabe si el Espíritu Santo ayudará hoy al pobre Papa a ilustrar al menos una de estas lámparas, la primera, la fe.
Aquí en Roma hubo un poeta, Trilussa, que también intentó hablar de la fe. En cierto poema suyo, decía: “Aquella viejecita ciega, a la que encontré / la tarde que me perdí en medio del bosque, / me dijo: -Si no conoces el camino / yo te acompañaré, pues lo conozco / Si tienes fuerzas para seguirme / de vez en cuando te llamaré, hasta allí abajo, donde hay un ciprés, / hasta allí arriba, donde hay una cruz. Respondí: puede ser… pero me parece extraño / que pueda guiarme alguien sin vista… / La ciega, entonces, me cogió de la mano / y suspiró: Vamos. -Fue la fe”. Como poema, es delicioso; como teología, defectuoso.
Rito de Beatificación del Papa Juan Pablo I – Santa Misa
En Camp David, en América, los Presidentes Carter y Sadat y el Primer Ministro Begin trabajan por la paz en Oriente Medio. Todos los hombres tienen hambre y sed de paz, especialmente los pobres, que pagan más y sufren más en los tiempos revueltos y en las guerras; por eso miran la reunión de Camp David con interés y gran esperanza. También el Papa ha rezado, ha hecho rezar y reza para que el Señor se digne ayudar los esfuerzos de estos políticos.
Me ha impresionado muy favorablemente el hecho de que los tres Presidentes hayan querido expresar públicamente en la oración su esperanza en el Señor. Los hermanos de religión del Presidente Sadat acostumbran a decir lo siguiente: “hay oscuridad total, una piedra negra y sobre la piedra una hormiguita; pero Dios lo ve y no lo olvida”. El Presidente Carter, que es un ferviente cristiano, lee en el Evangelio: “Llamad, y se os abrirá; pedid, y se os dará. Hasta los cabellos de tu cabeza están todos contados”. Y el Premier Begin recuerda que el pueblo judío pasó una vez momentos difíciles y se dirigió al Señor quejándose y diciendo: “¡Nos has abandonado, nos has olvidado!”. “¡No!” -respondió Él a través del profeta Isaías- “¿puede una madre olvidar a su propio hijo? Pero aunque así ocurriera, Dios nunca olvidará a su pueblo”.
Oración a San Juan Pablo II | Día de la fiesta: 22 de octubre
Una foto autografiada del Papa Juan Pablo II, fechada el 3 de diciembre de 1983. Fue recibida personalmente por el Obispo Robert Brom, ex Obispo de Duluth, MN, durante una visita ad limina en 1983. Cuando el Padre Kunst fue ordenado sacerdote, el Obispo Brom se la regaló.
Siendo un joven seminarista en el Colegio Norteamericano de Roma, Robert Brom tuvo su primer encuentro con un joven obispo de Cracovia, Polonia, Karol Wojtyla. La siguiente historia es su relato de este extraordinario obispo que se convirtió en el Papa Juan Pablo II.
El primer encuentro de Brom con el Papa tuvo lugar en 1963, durante la segunda sesión del Concilio Vaticano II. Brom era seminarista en el North American College y el Papa Juan Pablo II era el obispo auxiliar de Cracovia. Brom y varios compañeros de clase salían de la iglesia del Gesú tras una visita a la misma cuando entraron algunos seminaristas polacos con monseñor Wojtyla. En aquel momento, Brom y sus compañeros conocieron brevemente al que más tarde se convertiría en cardenal arzobispo de Cracovia y en el primer Papa no italiano en 455 años. Posteriormente, Brom olvidó por completo el intercambio.