Oración de San Benito por la curación
La medalla de San Benito es una medalla sacramental cristiana que contiene símbolos y textos relacionados con la vida de San Benito de Nursia, utilizada por católicos romanos, luteranos, ortodoxos occidentales, anglicanos y metodistas, de tradición cristiana benedictina, especialmente por los votantes y oblatos[A][1].
Este objeto religioso es también un símbolo cristiano de apertura de puertas y de apertura de caminos difíciles. La tradición sostiene que protege de las maldiciones, el mal y el vicio, protege contra las enfermedades y protege la buena salud.
La fecha y la época exactas de la primera medalla de San Benito no están claras. Originalmente, la medalla era una cruz, dedicada a la devoción en honor de San Benito. En algún momento se acuñaron medallas con la imagen de San Benito sosteniendo en alto una cruz en la mano derecha y su Regla para los monasterios en la otra mano. A continuación, se colocó una secuencia de letras mayúsculas alrededor de la gran figura de la cruz molina en el reverso de la medalla. El significado de las letras se perdió con el tiempo, hasta que hacia 1647 se descubrió un antiguo manuscrito en la abadía benedictina de San Miguel de Metten. En el manuscrito, escrito en 1415, aparecía una imagen de San Benito sosteniendo en una mano un báculo terminado en cruz y un pergamino en la otra. En el báculo y el pergamino estaban escritas íntegramente las palabras de las que las misteriosas letras eran las iniciales,[3] una oración latina de exorcismo contra Satanás[4]. El manuscrito contiene la fórmula de exorcismo Vade retro satana (“Retrocede, Satanás”), y se descubrió que las letras correspondían a esta frase[5].
Oración de San Benito para la protección espiritual
Cuarenta días después de que la blanca paloma de Cassino subiera al cielo, Benito, su glorioso hermano, ascendió por un camino luminoso a la morada dichosa, donde iban a estar unidos para siempre. Ambos llegaron a la patria celestial durante el período del año que corresponde al santo tiempo de Cuaresma. Sin embargo, sucede con frecuencia que la fiesta de Santa Escolástica se celebra antes de que comience la Cuaresma, mientras que el día de San Benito, el veintiuno de marzo, siempre se celebra durante el tiempo de penitencia. Dios, que es el Soberano Dueño del tiempo, quiso que los Fieles, mientras practicaban sus ejercicios de penitencia, tuvieran siempre ante sus ojos a una Santa, cuyo ejemplo e intercesión les inspirara valor.
Sí, la posteridad tenía derecho a conocer la vida y las virtudes de un hombre, cuya saludable influencia sobre la Iglesia y la sociedad ha sido tan observable durante las edades de la era cristiana. Para describir la influencia ejercida por el espíritu de San Benito, tendríamos que transcribir los anales de todas las naciones de la Iglesia Occidental, desde el siglo VII hasta nuestros días. Benito es el Padre de Europa. Por medio de sus benedictinos, numerosos como las estrellas del cielo y como las arenas de la orilla del mar, rescató los últimos restos del vigor romano de la aniquilación total amenazada por la invasión de los bárbaros; presidió el establecimiento de las leyes públicas y privadas de aquellas naciones que surgieron de las ruinas del Imperio Romano; Llevó el Evangelio y la civilización a Inglaterra, Alemania y los países septentrionales, incluida Eslavonia; enseñó agricultura; puso fin a la esclavitud; y para concluir, salvó el precioso depósito de las artes y las ciencias de la tempestad que las habría barrido del mundo, y habría dejado a la humanidad presa de una ignorancia sombría y fatal.
Oración de San Benito en español
Escucha, hijo mío, los preceptos de tu maestro, e inclina el oído de tu corazón. Recibe de buen grado y cumple eficazmente los consejos de tu amoroso padre, para que con el trabajo de la obediencia vuelvas a Aquel de quien te habías apartado por la pereza de la desobediencia.
A ti, pues, se dirigen ahora mis palabras, quienquiera que seas, que renuncias a tu propia voluntad para combatir bajo el Señor Cristo, el verdadero Rey, y tomas las armas fuertes y brillantes de la obediencia.
Y ante todo, cualquiera que sea la buena obra que comencéis a hacer, rogadle con la oración más ferviente que la perfeccione, para que Aquel que ahora se ha dignado contarnos entre sus hijos no se aflija en ningún momento por nuestras malas obras. Porque debemos servirle siempre de tal modo con los bienes que nos ha dado, que nunca como Padre airado desherede a sus hijos, ni nunca como Señor temeroso, provocado por nuestras malas acciones, nos entregue al castigo eterno como siervos perversos que no quisieron seguirle a la gloria.
Levantémonos, pues, de una vez, porque la Escritura nos despierta diciendo: “Ahora es la hora de levantarnos del sueño”. Abramos nuestros ojos a la luz deificadora, oigamos con oídos atentos la advertencia que la voz divina nos grita diariamente: “Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” Y de nuevo: “El que tenga oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. ¿Y qué dice Él? “Venid, hijos míos, escuchadme; os enseñaré el temor del Señor. Corred mientras tenéis la luz de la vida, no sea que os alcancen las tinieblas de la muerte.”
Oración a la medalla de San Benito
– CAPÍTULO 6 – RESTRICCIÓN DE LA LENGUASigamos el consejo del Profeta: Dije: He resuelto vigilar mis caminos para no pecar nunca con mi lengua. He puesto guardia en mi boca. Callé y me humillé, y me abstuve incluso de las buenas palabras (Sal 38[39],2-3). Aquí el Profeta indica que hay ocasiones en que las buenas palabras deben dejarse de decir por estima al silencio. Con mayor razón, pues, hay que refrenar las malas palabras para evitar el castigo por el pecado. De hecho, tan importante es el silencio que rara vez se debe conceder permiso para hablar, ni siquiera a los discípulos maduros, por muy buenas o santas o constructivas que sean sus palabras, porque está escrito: En un torrente de palabras no evitarás el pecado (Prov 10,19); y en otro lugar, La lengua tiene la llave de la vida y de la muerte (Prov 18,21). Hablar y enseñar es tarea del maestro; el discípulo debe callar y escuchar.Por eso, cualquier petición a un superior debe hacerse con toda humildad y respetuosa sumisión. Condenamos absolutamente en todos los lugares cualquier vulgaridad y chismorreo y charla que lleve a la risa, y no permitimos que un discípulo participe en palabras de ese tipo.